Años después recuperé esa colección, busqué la página, la viñeta… ¡y ahí estaba! 40 años después me reencontré con mi pasado, plasmado en las figuritas de un cuento – que así era como los llamábamos entonces -. Un día la pondré aquí, o en otro de mis blog como si de Marcel Proust se tratase, con su madalena, pero más plebeya.
Cuentos, los había de todo tipo y para todos los gustos.
Dejando aparte su incuestionable carga ideológica (al fin y al cabo era una de las formas de que el Régimen llegara a los niños, costumbre que no se ha perdido ni siquiera ahora aunque disfrazada con otros valores) a todos nos llamaba la atención su colorido externo, sus viñetas, las aventuras con las que te sentías más o menos identificado…
Quizás con la madurez, a esos cuadernillos impresos en mal papel, imprentas defectuosas y poco cuidados en su ortografía y sintaxis, he llegado a idealizarlos (no soy el único, “mal de muchos consuelo de tontos”) pero, repasando mis colecciones me encuentro de vez en cuando con casos como éste. A la vista está que los antediluvianos correctores ortográficos de entonces no estaban demasiado perfeccionados. Bueno, es que no existían.
Un ejemplo:
“DIAMANTE NEGRO”. Una serie de aventuras que se editó en 1949 por Ediciones Toray en una serie de 21 tebeos. Llegó a mí a principios de los 60 porque, entonces, las cosas no eran de usar y tirar. Y llegó con todas sus erratas, con sus defectos…
Invito al buen observador a encontrar en la página (en color no, que esa sólo fue la portada del nº 1 de la colección) al menos tres errores.
(Pd/ hace tiempo que no entro en este blog pero, como en los otros, poco a poco se va haciendo camino)