12.12.10

NUEVAS PAREJAS MITOLÓGICAS.








¡Agua va! ¡Y tanto!
¡A cántaros, añadiría yo!
Y es que no hay nada como el refugio de los mitos para crear algunos nuevos.
Porque por más que he buscado en la Enciclopedia de Mitología, en la Biblia, en libros escolares de los años 40… pues eso, que no encuentro ese malvado mito de Sansón y Goliat.
Hay cientos de parejas mitológicas/históricas/literarias… me suenan Dafne y Cloe, Tristán e Isolda, … Sansón, como que con Dalila. Y David como que con Goliat… aunque si estoy equivocado, ruego me corrijan.
Esta nueva pareja mitológica parece que es creada por confusión de ideas (¡harto estoy yo de decir que eso de la lluvia de ideas confunde las mentes), campanazos lejanos o puro y simple analfabetismo oculto entre almohadones rellenos de bellas y doctas palabras.
¡Amos a ver!
Si no me equivoco, Sansón tenía su fuerza en el pelo, Dalila lo traicionó, se lo cortó y pereció atado a unas columnas, en un banquete de sus enemigos cuando, al crecerle el cabello (¡qué torpes sus abúlicos carceleros, que con unas tijeras y un golpe de vista hubieran solucionado el problema) tiró las columnas y, con ellas, toda la techumbre del edificio, llevándose por delante a los malvados filisteos y ocupando un puesto de honor entre los Jueces israelitas.
Y Goliat, otro tanto. Por filisteo también, y por recalcitrante al retar a combate a los israelitas durante 40 días (por cierto, ¿qué tendrán el 40 y el 7 en la cultura hebraica para que sean tan repetitivos?) provocó que David, el pastorcillo, lo noquease de una pedrada de honda para, acto seguido, entregarse a la noble tarea de separar su cabeza del cuerpo que la sostenía.
Para mí que el columnista ha trabucado a Sansón con David. Lógico. ¡Tantos conocimientos en un cerebro ocasionan a veces estas desagradables confusiones!
Se lo perdonaremos por esta vez… pero que no sirva de precedente. Hay que ordenar los conceptos, depurarlos, pulirlos y luego, sólo entonces, verterlos en las páginas de un diario de tirada nacional… supongo.


17.10.10

(H) ERRADO.


Tragó saliva.
¡Su primer trabajo como columnista de diario!
Tenía muy presentes las palabras del redactor-jefe: "¡Ánimo, Curro! A por ellos. Y no la cagues".
¡Le demostraría a aquel cretino su valía!
"Veamos... Un titular. Veintiséis palabras. ¡Imposible equivocarme", pensó Curro.
Mientras se relamía de gusto, sus ojos tropezaron con dos de ellas; "... se equivocan..."
"Ummm - continuó -, muy común. Hay que buscar un palabro más culto, más directo..."
Asió el Diccionario de Sinónimos.
No lo había usado nunca, y eso que lo había comprado cuando inició la carrera de Periodismo. La verdad es que las clases de Gramática, Composición y Redacción se las había saltado a la torera. No le gustaban. Eran una pesadez y, además, él ya conocía todo lo que podían enseñarle en esa disciplina. ¡Como para perder el tiempo con ellas!
"A ver, a ver - sus ojos corrían huidizos sobre las dos columnas de las páginas hasta que frenaron en seco sobre... - equivocación, equivocarse, ¡aquí! SIN: Errar... ¡Eso es. Ese palabro está bien!".
Cerró el volumen satisfecho de sí mismo.
Conjugó de memoria: "Yo erro, tu erras, el erra, nosotros erramos, vosotros erráis, ellos... ¡claro", ellos erran".
Perfecto. ¡ No era el nadie! ¡Acabado! A composición y... a cobrar.
Ya se veía, treinta años después, recibiendo el Cervantes; o mejor, el Nóbel.
Y recreándose en su futuro se irguió en su silla, observó por la ventana las copas de los árboles que "se ierguen" (de chaqueta, en francés, chaqueté) al fondo de la calle, se miró sus botas, (h)erradas y recién lustradas y, cual solípedo retozón, salió a tomarse un cubata con los amigos.
Y es que Curro quizá faltó a la escuela el día que se estudiaron los verbos irregulares... lo que no quita que, mientras cerraba la puerta de su apartamento, orgulloso, se dijese. "Y además he ahorrado una palabra de más. Veinticinco en lugar de veintiséis".

13.4.10

En todos sitios cuecen habas.

Antiguamente existía, en editoriales y prensa escrita, el oficio de corrector. Éste dedicábase a buscar toda falta ortográfica y/o sintáctica para evitar, en lo posible, que viera la luz. A ellos confiaban muchos escritores la buena ortografía de sus libros y cuando aparecía alguna errata, siempre se achacaba a los "duendes de la imprenta", que al parecer estaban por encima de los correctores.
Actualmente dicho oficio casi ha desaparecido.
Muchos escritores y redactores confían más en los correctores ortográficos de sus procesadores de texto que en la vista y el criterio de aquellos maestros antiguos. Como consecuencia, y en proporción directa, aumentan los errores, erratas y faltas de los nuevos (o no tan nuevos) escritores, autosuficientes y defensores a ultranza de las nuevas tecnologías. Y es que las prisas, la confianza y la creencia de que un PC es infalible, pueden ser malas compañeras de viaje.

Hay una obra, "de la más rabiosa actualidad" nacida hace pocos meses y que, puedo asegurarles, no muerde. Se trata de la "Nueva Gramática de la lengua española", en dos tomos de unas 2.000 pp c/u, que puede ser una maravilla y que deberían consultar de vez en cuando los egregios citados anteriormente.

Bueno, pues en su tomo I, capítulo 14.2h ("Formas del artículo determinado (I) Distribución de variantes") pg. 1033, vienen a explicarlo diáfanamente. Recomiendo de nuevo su consulta y aclaro que tanto el color de las hojas, blanco crema, como su suave tacto entre los dedos ya son de por sí un placer. Pruébenlo, en serio.

En resumidas se viene a decir algo que ya sabíamos pero con palabras más doctas: que cuando un sustantivo comienza por /a/ tónica (en este caso, también con la h muda), si es femenino, la antigua forma bisilábica femenina /ela/ se funde con la /a/ inicial del sustantivo resultando "el águila", "el agua"... Así, con razones morfofonológicas, se evita la cacofonía.

No obstante, cuando entre el artículo y el sustantivo se intercala un adjetivo, el primero vuelve a recuperar su género habitual.

Los ejemplos a continuación ilustrar los dos errores más comunes.

¡Ah!, se me olvidaba. Si bien un diario es de tirada comarcal (el segundo), el primero es de tirada nacional y muy conocido. Y es que en todos sitios cuecen habas.